Florencia reabre la Puerta del Paraíso
El fin de los 27 años de restauración de la obra de Ghiberti, cumbre del Renacimiento, ejemplifica la agónica lucha de Italia por preservar su patrimonio
Lorenzo Ghiberti (1378-1455) la creó hace 560 años. Miguel Ángel (1475-1564), al contemplarla en el baptisterio de la catedral de Florencia, la bautizó al exclamar: “Es tan bella que tendría que estar colocada en la puerta del paraíso”. Lo que ahora celebramos, en cambio, no va seguido de ningún apellido ilustre. Durante 27 años, día tras día, restauradores anónimos se han inclinado sobre la Puerta del Paraíso para eliminar las impurezas de siglos y devolver el brillo a los 10 paneles de bronce y oro en los que están representadas escenas del Antiguo Testamento. Es la lucha diaria, y no siempre victoriosa, de Italia por conservar su infinito patrimonio arquitectónico. En Roma, sin ir más lejos, el Coliseo o la Fontana de Trevi suelen ser noticia habitual por su deterioro y por las dificultades económicas para emprender la restauración. A veces, incluso, vendiendo el alma el diablo. La última idea es colocar vallas publicitarias en el Muro Aureliano.
La Puerta del Paraíso ya se puede contemplar en todo su esplendor recuperado. Pero no en la catedral de Florencia —donde desde 1990 hay instalada una réplica—, sino en el museo dell'Opera del Duomo. La restauración comenzó en 1985 y no fue precisamente fácil. No solo por las dimensiones de la obra —5,20 metros de altura, 3,10 de largo, 11 centímetros de grosor y ocho toneladas de peso—, sino por el gran deterioro sufrido a lo largo del tiempo. En 1943, durante la II Guerra Mundial, la puerta fue descolgada para preservarla de los bombardeos, y en 1966 sufrió graves daños por la inundación que sufrió Florencia y que arrancó de cuajo seis de los 10 paneles. Considerada una obra maestra del Renacimiento, la joya arquitectónica del escultor y arquitecto Lorenzo Ghiberti fue definida como “la obra de arte más fina jamás creada” por el también arquitecto y pintor Giorgio Vasari (1511-1574). “Es perfecta en cualquier sentido”, añadió.
Las Puertas del Paraíso han sido instaladas en el interior de una cubierta de cristal para evitar que la humedad vuelva a dañarla. La restauración ha sido llevada a cabo por la fábrica de Piedras Duras de Florencia y costeada por el ministerio italiano de Bienes Culturales y la asociación Friends de Florencia, con donativos procedentes de todo el mundo. Es precisamente la financiación, o más bien su escasez, el principal problema del patrimonio arquitectónico italiano. Las distintas administraciones se declaran en muchas ocasiones incapaces de afrontar la conservación y restauración de los monumentos a su cargo. El caso más conocido es el del Coliseo romano.
El anfiteatro, construido en el siglo I, deja caer de vez en cuando algunos trozos de piedra caliza. Hace año y medio, el gobierno de Silvio Berlusconi decidió privatizar su restauración. El beneficiario resultó ser el conocido empresario Diego della Valle, dueño de la empresa de zapatos Tod's, quien a cambio de pagar los 25 millones de euros de la restauración, tendrá derecho a explotar de forma exclusiva y durante 15 años la imagen del monumento.
Aunque no exenta de polémica en Italia se da por hecho que, a pesar de la crisis, la única vía para mantener el patrimonio es el concurso de la iniciativa privada. A las administraciones públicas corresponderá, no obstante, el arbitraje de las condiciones. Hace pocos días, el alcalde de Roma, Gianni Alemanno, aseguró que el Gobierno de Mario Monti le había autorizado a colocar publicidad sobre el Muro Aureliano con el objetivo de financiar su restauración. De hecho, el pasado mes de junio, Alemanno anunció que también la Fontana di Trevi —de la que se han desprendido recientemente trozos de estuco—
será restaurada por una empresa privada, en este caso de agua embotellada. Para el alcalde, la cuestión está clara: “El mecenazgo de los emprendedores es un elemento fundamental”. La izquierda, sin embargo, sospecha que detrás de la operación hay algún tejemaneje: “Es la última vergüenza del alcalde. Pedir limosna para restaurar la Fontana di Trevi”.
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